Preguntas Frecuentes
PROBLEMA
El plástico no desaparece. Si usamos pocos minutos un material que no desaparece, su acumulación es inevitable.
Hoy los plásticos de un solo uso representan la mayor cantidad de plásticos que se escapan de los sistemas de gestión de resíduos hacia los océanos (WWF, 2022) Cuando este material se encuentra expuesto a distintos factores ambientales como luz (fotooxidación), calor (oxidación fototérmica), abrasión mecánica, humedad, químicos o actividad biológica, se fragmenta. Esto es lo que sucede en el océano, por lo que se pueden encontrar microplásticos: fragmentos de plástico de 5 mm o menos. Una vez que están en el mar es prácticamente imposible retirarlos.
La presencia de microplásticos en los océanos puede traer varios problemas. Una vez allí son fácilmente consumidos por diferentes animales marinos, desde crustáceos hasta peces. Cuando esto sucede, una de las consecuencias es el ingreso de plásticos en nuestra propia cadena alimentaria (UNEP, 2018). Debido al pequeño tamaño de los microplásticos, pueden absorber y concentrar diferentes tóxicos presentes en el ambiente acuático circundante, incluidos metales pesados (Rochman et al., 2014), y cuando estos microplásticos son consumidos por otros animales, las personas también corremos el riesgo de consumirlos (Greenpeace 2016).
Los plásticos contienen una cantidad significativa de aditivos químicos que son incorporados durante su fabricación. Los aditivos son sustancias químicas que se agregan a los plásticos para modificar algunas de sus propiedades dando al producto diferentes características y pueden incluir estabilizantes, plastificantes, retardantes a la llama, etc. Cuando los plásticos son mal gestionados y terminan en los océanos, a medida que se van rompiendo en pedazos pequeños, los microplásticos pueden liberar estos químicos al ambiente marino (GESAMP, 2015). Debido a su presencia en los ambientes marinos, terrestres, en animales y en nosotros, el problema de los microplásticos representa un desafío a nivel global que debemos enfrentar (Machado et al., 2017).
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El problema no es el material sino su uso y abuso.
El plástico es un material popular con razón: es barato, práctico, fácil de fabricar, durable, higiénico e increíblemente versátil. Su producción y consumo creció drásticamente en los últimos años (Geyer et al., 2017). En nuestra vida cotidiana estamos permanentemente rodeados de plástico.
El problema es que el plástico convencional es un polímero no biodegradable entonces, una vez descartado, permanece en el ambiente por muchos años, contaminandolo. Siete de los diez artículos más abundantes en las playas, son plásticos de un solo uso (Roman et al., 2020). La contaminación plástica aumentó enormemente en los últimos años y hoy en día es alarmante. Los desechos plásticos están afectando la salud de los océanos ya que su acumulación allí es enorme (ONU, 2018) y visible (Unplastify, 2019). Parte de las consecuencias las podemos encontrar en los animales y en todos nosotros, los humanos (Revel et al., 2017). De hecho, estudios revelaron que las personas consumimos partículas de plástico a través de diferentes alimentos, entre los que están la sal y los moluscos (National Geographic, 2019).
El uso que le damos al plástico al haber hecho productos descartables con este material, rápidamente se convirtió en un problema. Se proyecta que el uso global del plástico aumentará significativamente en los próximos diez años (Ocean Conservancy, 2015). Si la producción y gestión de residuos plásticos continúa con la tendencia actual, se espera que 12.000 millones de toneladas de desechos plásticos terminen en vertederos o en el ambiente para 2050 (Geyer et al., 2017).
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Casi 700 especies marinas han sido afectadas por la contaminación plástica (enredos, asfixia, intoxicación).
Son numerosos los efectos del plástico sobre la fauna marina. Los animales pueden ingerir plásticos o enredarse en ellos. Casi 700 especies marinas han sido afectadas por la contaminación plástica (enredos, asfixia, intoxicación) (Gall y Thompson, 2015). En tan solo 20 años, se duplicó la cantidad de especies afectadas (267 a 557) por el plástico, ya sea debido a que se enredan o lo ingieren (Kühn et al., 2015). Los plásticos pasaron a formar parte del hábitat en el que vive la fauna, al punto que las aves marinas construyen sus nidos (más del 80% de los estudiados) con fibras plásticas encontradas en el ambiente (Votier et al., 2011).
Los plásticos tienen el potencial de causar una variedad de impactos fatales y no fatales, como heridas graves que conducen a mutilaciones, amputaciones, aumento de arrastre, movimientos restringidos o asfixia (Duncan et al., 2017). El enmarañamiento en desechos plásticos también ocasiona lesiones agudas o crónicas, e incluso la muerte de la fauna afectada. Las toxinas liberadas por los plásticos ingeridos perjudican la reproducción y deterioran el sistema inmunológico en muchas especies animales. Esto es especialmente preocupante en el caso de las especies amenazadas, cuyas pequeñas poblaciones están expuestas a múltiples factores de estrés además de la ingesta de plásticos (WWF, 2019). Los zooplankton (animales microscópicos marinos) reducen su alimentación en presencia de microplásticos. Esto ocasiona efectos negativos a nivel reproductivo y afecta su supervivencia (Cole et al., 2015).
En el 2020 hubo un descubrimiento revelador: Una nueva especie de anfípodo fue descubierta a casi 7000 metros de profundidad y tenía una fibra de plástico PET en su interior (Weston et al., 2020). ¡Hasta esa profundidad han llegado los plásticos!. Esta nueva especie fue llamada “Eurythenes plasticus” para destacar la necesidad urgente de detener la contaminación masiva con plásticos en los océanos (WWF, 2020).
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Ingerimos aproximadamente 5 gramos de plástico por semana.
Hay una enorme abundancia de microplásticos en los océanos por lo que la fauna se encuentra permanentemente expuesta a plásticos en su hábitat natural y pueden consumirlos. Se han encontrado microplásticos tanto en peces (Miranda, 2016; Pazos et al., 2017) como en diferentes invertebrados (pulpos, almejas y cangrejos, entre otros) (Lusher et al., 2016; Haegerbaeumer et al., 2019; Pérez et al., 2020). Esto significa que muchas veces esos plásticos terminan en nuestros alimentos.
Un estudio de la Universidad de Newcastle concluyó que una persona podría ingerir aproximadamente 5 gramos de plástico cada semana, el equivalente a una tarjeta de crédito por semana (World Economic Forum, 2019). Algunas investigaciones revelaron la presencia de microplásticos en la sal de mesa en China y España (Yang et al., 2015; Iñiguez et al., 2017). Las personas efectivamente ingerimos muchas partículas de plástico con nuestro alimento (National Geographic, 2019).
Se desconoce cuánto plástico puede tolerar el cuerpo humano pero en este momento está siendo fuertemente estudiado (Smith et al., 2018). De todas maneras se considera que la acumulación de tanto plástico en el cuerpo es algo que definitivamente nos puede dañar (Wright y Kelly, 2017).
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El ser humano está expuesto a los efectos de los plásticos a lo largo de toda su vida. Estos pueden ser imperceptibles a simple vista, pero a la larga puede ser muy riesgoso para nuestra salud.
Varios estudios postulan que los microplásticos se acumulan en los tejidos de los animales que los comen (bioacumulación) de tal forma que pueden trasladarse de presa a depredador (biomagnificación). Esto significa que podemos encontrarlos en los alimentos que consumimos nosotros (Wang et al., 2016). También se han encontrado microplásticos en alimentos como la sal de mesa, ya que mucha de esta se obtiene del mar (Dongqi Yang et al., 2015; Iñiguez Maria et al., 2017). Recientemente, se detectaron microplásticos en la sangre y leche materna (Leslie et al., 2022; Ragusa et al., 2022)
Por otra parte, los microplásticos son considerados “contaminantes emergentes” porque actúan como vectores de tóxicos y transportadores de microorganismos presentes en el ambiente acuático. Algunas bacterias patógenas (causantes de enfermedades) pueden colonizar la superficie de los plásticos, lo cual implica un riesgo para la salud pública (McCormick et al., 2014). Recordemos que los microplásticos pueden absorber los químicos del medio en el que se encuentran por lo que también estamos expuestos a estos tóxicos (CONTAM, 2016).
A través de los plásticos también nos exponemos a algunos aditivos tóxicos, los cuales son agregados a los productos de plástico para brindarles diferentes propiedades. El Bisfenol A (BPA) es un aditivo plastificante que se utiliza en la fabricación de artículos como botellas o contenedores de alimentos. Este aditivo se puede desprender del material (Galloway, 2015) y contaminar los líquidos contenidos en botellas plásticas (Elobeid et al., 2012), de tal forma que ingresa en nuestro organismo. EL BPA tiene acción estrogénica, es decir, simula una hormona muy importante de nuestro organismo (estrógeno). Se demostró en ciertos animales que la exposición al BPA puede provocar alteraciones en el sistema reproductor (Peretz et al., 2014).
Los bebés también pueden estar expuestos al BPA mediante el uso de biberones (Maragou et al., 2007) y otros productos plásticos de su cuidado (Bellisario et al., 2021). Esta temprana exposición puede causar problemas en el sistema reproductor y glándulas mamarias. Una de las consecuencias directas es la predisposición al inicio temprano de enfermedades como infertilidad y cáncer de próstata y mama (Maffini et al., 2006; Huo et al., 2015; Salamanca Fernandez et al., 2021).
También podemos respirar fibras de plástico. Estos microplásticos presentes en la atmósfera se dispersan fácilmente dependiendo de las condiciones meteorológicas, y así es como llegan a diferentes ambientes y personas (Chen et al., 2020). Se han hallado fibras plásticas en muestras de polvo (Dris et al., 2017). Se estimó que la ingesta de microplásticos se incrementa casi un 50% cuando se inhala (Cox et al., 2019). Estas fibras pueden alojarse en los pulmones, y causar daño en aquellas personas que tienen deteriorada la capacidad de eliminar agentes extraños; por ejemplo los fumadores (Gasperi et al., 2018). Recientemente, se detectaron microplasticos en todas las regiones del pulmon (Jenner et al., 2022). La inhalación de microplásticos puede causar problemas respiratorios, así como efectos citotóxicos e inflamatorios y enfermedades autoinmunes (Cheng-Di Dong et al., 2020).
Finalmente, la incineración del plástico (práctica habitual en determinadas comunidades) puede provocar una combustión incompleta del material, y liberar al ambiente contaminantes altamente tóxicos (Campanale et al., 2020). Incluso, se demostró que durante una etapa del reciclaje se liberan componentes volátiles orgánicos asociados a cáncer (Zhigui He et al., 2015).
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Los costes económicos anuales de la contaminación en el turismo, la pesca y la acuicultura, junto con otros costes turismo, la pesca y la acuicultura, junto con otros costes actividades de limpieza, se estiman 6-19 mil millones de dólares al año globalmente (Deloitte, 2019).
Otro estudio calcula pérdidas de entre 3.300 y 33.000 dólares por tonelada de plástico en los mares y océanos al año globalmente (Beaumont et al., 2019). Sólo en Europa se detectaron pérdidas económicas de entre 35 a 55 mil millones de euros (SYSTEMIQ, 2022).
Las pérdidas económicas devienen de:
Costos incrementales en la gestión de residuos.
Actividades de limpiezas de las costas u ambientes naturales llevados a cabo por OSCs, municipios e individuos.
Pérdida en el PBI (Producto Bruto Interno) de los países debido a la pérdida de ingresos del turismo, la pesca, la acuicultura y otros.
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En Argentina se producen alrededor de 1.7 millones de toneladas de plástico por año, de los cuales el 45% son destinados a envases y embalajes, es decir, plástico descartable (Ministerio de Hacienda, 2019). Hay un consumo anual de 42 kg de plástico per cápita. En este país se generan más de 2.7 millones de toneladas de desechos plásticos (Brooks et al., 2020). Lamentablemente Argentina está entre los países con más generación de residuos de América latina (World Bank, 2018) y entre los 25 países que más desechos plásticos produce (Jambeck et al., 2015).
En el 2018, Ecoplas (Entidad Técnica Profesional especializada en Plásticos y Medio Ambiente) informó que se recuperaron 251 mil toneladas de plásticos para ser reciclados (Ecoplas, 2019) trabajando a un 40% de su capacidad. En Argentina solo se recicla el 6% de los RSU (ONU Medio Ambiente, 2018). Esto revela la situación preocupante en la que se encuentra el manejo de los residuos plásticos en el país, ya que el 71% se distribuye en los rellenos sanitarios mientras que el 23% termina en basurales a cielo abierto, que generan un enorme riesgo ambiental y social (Vida Silvestre, 2019).
En el 2021 tuvo lugar la quinta edición del Censo de Basura Costera Marina, que cubrió un área total de 422.501 m2, el equivalente a 58 canchas de fútbol. Se recolectaron 40.331 residuos y por quinto año consecutivo la mayoría de los residuos fueron plásticos, con más del 80%. De lo recolectado, las colillas de cigarrillos fueron el plástico más abundante (19,6%) (Vida Silvestre, 2022).
La contaminación plástica también está presente en nuestras aguas. Se encontraron microplásticos en distintos peces del Río de la Plata (Pazos et al., 2017) y en algunos invertebrados (Pérez et al., 2020) de consumo humano como mejillones y lapas. Este último estudio revela un alarmante exceso de microplásticos en los mares argentinos, especialmente en el sur (La Voz, 2020). En Argentina se encontró plástico dentro de delfines franciscanas (Denuncio et al., 2011), lobos marinos (Denuncio et al., 2017), tortugas marinas (González Carman et al., 2014), peces (Pazos et al., 2017) y diferentes invertebrados (Pérez et al., 2020), muchos de los cuales son de consumo humano.
OCÉANOS
Los océanos nos proporcionan alimento, estimulan el desarrollo económico, regulan el clima y proveen más del 50% del oxígeno que respiramos.
Los océanos son el ecosistema más diverso e importante. Nosotros necesitamos a los océanos, y no al revés. Más de 3000 millones de personas dependen de los océanos para su sustento (PNUD, 2022). Además, desempeñan un papel fundamental para el bienestar humano, porque proporcionan alimentos y representan un medio de vida y de recreación, y son fundamentales para regular el clima global (UNEP, 2022). A pesar de todo esto, 40% de los océanos se ve afectado por la contaminación, y la sobreexplotación de los peces es enorme (PNUD, 2022). Los océanos cubren tres cuartos de la superficie de la Tierra, contienen el 97% del agua terrestre y representan el 99% del espacio vital del planeta en volumen (UN, 2022). Transportan el calor del ecuador a los polos, regulando nuestro clima y patrones climáticos (NOAA, 2022), y almacenan 50 veces más dióxido de carbono que nuestra atmósfera (NOAA, 2022) teniendo un rol clave en los impactos del cambio climático.
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80% de los plásticos presentes en los océanos provienen de actividades en la tierra.
Según Jambeck, aproximadamente 11 millones de toneladas de plástico entran a los océanos cada año, lo que equivale a un camión de basura lleno de plástico tirado al océano por minuto (Jambeck et al., 2015. Dato actualizado al 2022).
Pero, ¿cómo terminan los plásticos en el océano? Los plásticos son aportados por ríos y costas contaminadas, así como por la presencia humana en el océano. Entre 1.15 y 2.41 millones de toneladas de desechos plásticos ingresan al océano cada año desde los ríos (Lebreton et al., 2017). Más de 1000 ríos son responsables de aportar el 80% de los plásticos que ingresan al océano y se destaca que los pequeños ríos urbanos son los más contaminantes (Meijer et al., 2021). Esto quiere decir que juegan un rol mucho más importante en cuanto a la contaminación plástica de lo que se pensaba.
Un estudio estima que alrededor del 80% de los plásticos presentes en los océanos provienen de actividades en la tierra (Li et al., 2016). Las actividades que más contribuyen son: domésticas (WWF, 2022; Imogen et al., 2016; Niko et al., 2016), industriales y pesqueras (FAO, 2009; Richardson et al., 2021; Greenpeace, 2019).
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Demasiado. Se estimó en 2014 que había 5.25 billones (5.250.000.000.000) de piezas de plástico en los océanos, que pesan 269 mil toneladas (Eriksen et al., 2014) - el equivalente a 1.495 ballenas azules.
Los plásticos representan entre el 60 y 80% de los desechos marinos (Derraik, 2002). Hace años que el mundo científico intenta calcular la cantidad exacta de plástico en los océanos pero es difícil (o tal vez imposible) calcularlo con precisión, ya que no se conoce aproximadamente un 80% del océano (National Geographic, 2019).
Mucho del plástico que termina en los océanos no flota y se hunde en las profundidades, haciendo aún más difícil la tarea de investigación (Cózar et al., 2014). El 70% de la basura marina que ingresa al mar termina en el lecho marino, mientras que el 15% se encuentra en las playas y el resto (otro 15%) flota en la superficie del agua (UNEP, 2005).
Una vez que el plástico llega a los océanos se mueve a la merced de las corrientes y los vientos. En algunas zonas se generan grandes acumulaciones de plásticos y residuos llamadas “Islas de plásticos”. Ya se descubrieron al menos 5 islas de plástico en los océanos (NOAA, 2022). La isla de plástico del pacifico norte está creciendo de forma exponencial. Al menos 79 mil toneladas de plástico oceánico están flotando dentro de un área de 1.6 millones de km2, 4 a 16 veces más de lo que se había informado previamente (Lebreton et al., 2018).
Cómo para tomar dimensión, se ha encontrado plástico de un solo uso en la fosa oceánica más profunda del mundo, la Fosa de las Marianas: una bolsa de plástico a una profundidad de 10.898 metros (Chiba et al., 2018).
CICLO DE VIDA DE LOS PLÁSTICOS
El ciclo de vida de los plásticos incluye todos los eslabones de la cadena desde su producción hasta su descarte o vuelta al ciclo, es decir, la recuperación de plásticos post consumo que fueron descartados y posterior transformación en materia prima reciclada para reinsertarse en la industria transformadora.
La problematica de los plásticos radica en su creciente producción y consumo. El 44% de la producción mundial de plásticos se destina a packaging (Plastics Europe, 2022). Casi la mitad de los plásticos producidos se convierte rapidamente en desecho.
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En 2021, se produjeron globalmente 391 millones de toneladas de plásticos (Plastics Europe, 2022).
La producción de plásticos creció mucho en las últimas décadas. Durante el período de 1950 a 2015, la producción acumulada alcanzó los 7.800 millones de toneladas de plástico, más de una tonelada de plástico por cada persona viva en la actualidad. La mitad de todo ese plástico se produjo en los últimos 13 años (Geyer et al., 2017). China es el mayor productor de plásticos, produciendo el 32% de los plásticos en el mundo (Plastics Europe, 2022). En Argentina se producen alrededor de 1.6 millones de toneladas de plástico anualmente (Ministerio de Hacienda, 2019).
Si consideramos el enorme volúmen de producción de plásticos descartables y la velocidad en la que se degradan comenzamos a entender porque los océanos se están llenando de plásticos. Se estima que si continuamos con este nivel de producción, para 2050 va a haber más plásticos que peces en los océanos (World Economic Forum, 2016).
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Globalmente, cada persona usa alrededor de 45 kg de plástico al año.
Nuestra relación con el plástico está fuera de control. Tanto la producción como el consumo de plástico aumenta de manera exponencial año a año. Se calcula que en el mundo usamos aproximadamente 45 kg de plástico por persona por año (Plastics Insight, 2015; Wang et al., 2019). En los países de américa del norte y la Unión Europea, cada persona consume más de 100 Kg de plástico al año. En Asia, cada persona consume más de 30 kg, mientras que otra fuente reporta que el consumo anual por persona ronda los 20 kg (The Globalist, 2017). En Argentina se calculó que consumimos entre 40 y 42 kg de plástico por persona al año (Ministerio de Hacienda, 2019).
Globalmente, en el 2019 la demanda de plásticos creció un 3,5% y hasta un 16% en Asia (The Guardian, 2020). En el mundo se compran un millón de botellas de plástico por minuto (The Guardian, 2017). Ya en el 2002, el Worldwatch Institute estimaba que se producían entre 4 y 5 billones de bolsas de plástico cada año en el mundo (UNEP, 2018). 5 billones equivalen a 10 millones de bolsas plásticas por minuto. Si las atamos todas juntas, podríamos darle la vuelta al mundo 7 veces por hora!
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De las 391 millones de toneladas de plásticos producidas en 2021 en el mundo, el 44% se destinó a packaging (Plastics Europe, 2022), es decir plástico de un solo uso que es descartado al poco tiempo de ser utilizado.
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Los plásticos no desaparecen, pueden tardar más de 500 años en romperse y convertirse en pedazos más pequeños.
Los plásticos cuando se degradan simplemente se rompen en pedacitos más pequeños. Esto significa que no desaparecen. El plástico nunca se biodegrada, es decir, no se descompone por la acción de organismos vivos como bacterias u hongos, por lo tanto la naturaleza nunca lo asimila. El tiempo que tarda en romperse depende de las condiciones ambientales y puede tardar cientos de años. Este proceso es más lento en los océanos que en tierra (Greenpeace, 2016) con consecuencias devastadoras para el ambiente y las personas.
SOLUCIONES
Creemos que la mejor solución es REDUCIR al máximo el uso de plásticos descartables.
Sin dudas, es necesario reciclar el material, y emplear un modelo de economía circular para reducir nuestro impacto sobre el ambiente; sin embargo, no soluciona el problema de los plásticos. Como consumidores, también podemos reutilizar, pero esto solamente demora el descarte del material. Mientras tanto los plásticos se siguen acumulando en los ambientes naturales. Creemos que debemos evitar y prevenir el plástico presente en nuestras rutinas, preguntarnos cuál de ellos puedo eliminar inmediatamente, establecer un plan de acción para reducir al máximo el uso del plástico descartable y su demanda.
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Es un modelo económico que busca disociar la actividad económica del consumo de recursos finitos y eliminar los residuos del sistema desde el diseño (Ellen Macarthur Foundation, 2022).
Siempre usamos el concepto de “Economía Lineal”, es decir la extracción de recursos naturales para producir los productos, consumirlos y luego de eso, descartarlos. Pero a raíz del agotamiento de los recursos naturales, el uso desmedido de los plásticos y la contaminación que genera al ambiente, surge el nuevo concepto de “Economía Circular”. La economía circular busca generar un cambio de paradigma en toda la cadena de valor de los productos. Alienta un flujo constante en donde los residuos pueden ser utilizados como recursos para reingresar al sistema productivo (Gobierno de Posadas). Para ello, es necesario que las empresas se renueven y re-diseñen sus productos y así cumplir con los tres principios: preservar y mejorar el ambiente (capital natural), optimizar el rendimiento de los recursos y fomentar la eficacia del sistema (Michelini et al., 2017). Para que esto sea posible, el cambio debe comenzar en la transformación del uso de combustibles fósiles hacia el de energías renovables, en la eliminación del uso de químicos tóxicos y en la eliminación de los residuos. Esto último, hace referencia a que los plásticos sean completamente reutilizables, reciclables o compostables de una manera comercialmente viable (Ellen MacArthur Foundation, 2017). A través de esta transición, las empresas tendrán un incentivo para prolongar la vida útil de los productos, garantizar que se utilicen de la manera más intensiva posible, hacerlos lo más rentables posible en cuanto al material, y reutilizar las piezas en la medida que se pueda después de la vida final del producto (Michelini et al., 2017).
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No, no alcanza. El reciclaje no evita el descarte final de los plásticos, solo lo demora.
Solemos pensar que no importa cuánto plástico descartable usemos porque, si lo separamos, va a ser reciclado. Lamentablemente, esto no es suficiente. Del total de plástico producido desde 1950 hasta 2015, la mayor parte (79%) terminó en rellenos sanitario o vertederos, el 12% se incineró y sólo se recicló el 9% (Geyer et al., 2017). Las dimensiones reducidas y la ligereza de los plásticos descartables dificultan el tratamiento de los mismos en plantas de reciclaje. Hay diferentes motivos por los que el reciclaje de los plásticos es poco eficiente:
• Reciclaje limitado
La composición química de los plásticos solo permite una reciclabilidad limitada y finita, contrariamente a lo que sucede con otros materiales, como el vidrio o el metal.
Los plásticos solo pueden reciclarse 2 o 3 veces (National Geography, 2018). Esto quiere decir que no pueden ingresar infinitamente en la cadena de producción, y en algún momento serán descartados. ¿Por qué no pueden reciclarse infinitamente?. A medida que el plástico se recicla, va perdiendo su calidad (downcycling ó cascaded recycling), lo cual determina que se acorte el ciclo de vida.
• Proceso de reciclaje deficiente
El proceso de reciclaje es complejo y no es técnicamente posible reciclar todos los tipos de plástico con la tecnología disponible. Actualmente prevalece el reciclaje mecánico. Este tipo de tecnología es costosa, requiere mucha mano de obra y, en general, produce plásticos de menor calidad que los plásticos vírgenes.
Hay una nueva tecnología conocida como reciclaje químico que resolvería las limitaciones del reciclaje mecánico. Sin embargo, podría no ser adecuada para todos los tipos de plásticos, especialmente cuando las cadenas de polímeros están unidas de forma irreversible (GAO, 2021). Además el reciclaje químico es contaminante, consume mucha energía y es propenso a fallas técnicas. Si el producto final del reciclaje químico es un aceite usado como combustible, entonces el proceso no reduce la necesidad de plástico virgen, y la quema de dichos combustibles liberaría gases de efecto invernadero al igual que los combustibles fósiles ordinarios (GAIA, 2020).
No se pueden reciclar todos los tipos de plásticos en un mismo proceso, sino que cada uno requiere un tratamiento especifico. El PVC representa el 5% del packaging plástico en el mercado, a nivel global. Muchas veces la contaminación de PET con PVC, hace que el PET reciclado sea más frágil y amarillento. Esto compromete dos de las características más importantes del PET: dureza y transparencia (World Economic Forum, Ellen MacArthur Foundation y McKinsey & Company, 2016).
Hay productos que tienen diferentes tipos de plástico, esto hace difícil su separación y posterior procesamiento. Un ejemplo, son las botellas de shampoo. Generalmente, el envase es de polietileno de alta densidad -HDPE- (número 2), la tapa es de polipropileno -PP- (número 5) y la etiqueta consiste en una mezcla de plásticos (número 7). Esto hace que el proceso de separación previo al reciclaje sea exhaustivo, para evitar cualquier contaminación durante el proceso. Y, además, hay que tener en cuenta que la etiqueta directamente no se podrá reciclar.
• Factor económicos
El bajo valor económico del plástico virgen tampoco hace que sea económicamente atractivo reciclar los plásticos de un solo uso. Actualmente, la tasa más alta de reciclaje de plástico proviene de Europa, e incluso allí la misma no supera el 35% (Plastics Europe, 2022). Según datos de 2019, en Argentina se están reciclando unas 232.900 toneladas anuales de plástico. Este valor representa solamente un 13% del total de plásticos demandados en el mercado (ANCEFN, 2020).
Por otra parte, muchas veces no hay un mercado disponible donde insertar el material recolectado. Antes de que China prohíba el ingreso de residuos plásticos, en 2018, el 70% de los residuos plásticos generados en países de altos ingresos era exportado a China y países del este asiático. Con la nueva reforma, se cuestiona dónde terminarán todos esos plásticos. Otro factor a tener en cuenta es que históricamente el 89% de las exportaciones consistía en plásticos de un solo uso (Brooks et al., 2018).
Un estudio reciente afirma que los sistemas de recuperación de materiales son técnicamente imperfectos, por lo que parte del material recolectado aún se depositará en vertederos. El reciclaje puede retrasar, pero no impedir, que cuando un material no tenga más utilidad, termine en un vertedero. La única forma de reducir la cantidad de material que se deposita en vertederos o se incinera, es produciendo menos en primer lugar. El material que no se fabrica, no necesita desecharse (Zink y Geyer, 2018).
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No, ya que solo unos pocos pueden biodegradarse.
La creciente preocupación ante el impacto ambiental y difícil gestión de los plásticos ha llevado a la búsqueda de alternativas como los bioplásticos.
El primer problema con el que nos encontramos es que la definición de bioplástico es tan amplia y ambigua que confunde y genera problemas de percepción. Según “European Bioplastics”, los bioplásticos son plásticos bio-basados, o biodegradables, o ambos (European Bioplastics). Pero según la “Iniciativa bioplásticos” de Argentina, se entienden como bioplásticos a los biopolímeros elaborados a partir de monómeros, precursores y macromoléculas que deben ser sólidos (termorrígidos, termoplásticos o elastómeros), fluidos puros o en solución/suspensión (líquidos viscosos o viscoelásticos) (COBIOMAT, 2021). Es decir, son definiciones tan amplias que muchos materiales pueden entrar en la categoría de bioplástico.
Teniendo esto en cuenta, hay que distinguir entre dos etapas diferentes del ciclo de vida de este material:
Producción: el proceso de cómo un bioplástico es producido, ej: bio-basado u oxobiodegradable.
Descarte: cómo el material debe ser descartado, ej: biodegradable o compostable.
• Bio-basados
Los plásticos bio-basados son bioplásticos que derivan (total o parcialmente) de biomasa (maíz, caña de azúcar, celulosa) por lo que la materia prima proviene de recursos renovables (European Bioplastics, 2018) y no de combustibles fósiles como el plástico convencional. Por lo tanto, los plásticos bio-basados pueden ser biodegradables como el ácido poliláctico (PLA), polihidroxialcanoato (PHA) pero nos encontramos con el segundo problema cuando este material es no biodegradables como el bio-PE y el bio-PA.
• Plásticos oxo-biodegradables
El tercer problema son los plásticos oxo-biodegradables (u oxo-degradables) ya que no son bioplásticos, ni son biodegradables. Los plásticos oxo-biodegradables son plásticos convencionales (obtenidos a partir del petróleo) a los cuales se les agrega una sustancia que acelera su degradación (UNEP, 2015), lo que solo hace que se transformen en microplasticos de manera acelerada.
• Biodegradables
Son bioplásticos que pueden descomponerse por acción de organismos vivos (RAE, 2022) (biodegradarse). El proceso de biodegradación ocurre en un determinado medio (agua, tierra o compost) bajo ciertas condiciones y en diferentes períodos de tiempo (EEA, 2020).
• Los plásticos compostables
Estos pueden desecharse en dos tipos de composteras: industriales (con parámetros de biodegradación controlados) o de hogar. No todos los plásticos compostables pueden compostarse en el hogar. Los demás bioplásticos compostables necesitan composteras industriales que crean un ambiente adecuado para su descomposición (con bacterias y altas temperaturas).
Aquí observamos el cuarto problema: Si el descarte de los bioplásticos compostables no es el correcto, su descomposición puede ser tan ineficiente como un plástico convencional.
Teniendo esto en cuenta, es claro que si un bioplástico no es desechado correctamente, su degradación no es tan diferente a la de un plástico común. De hecho, las bolsas biodegradables, oxo-biodegradables y compostables NO se deterioraron significativamente al ser expuestas a distintas condiciones (bajo el mar, bajo el suelo y al aire libre) (Napper y Thompson, 2019). La percepción del público sobre si un artículo es biodegradable puede influir en su comportamiento a la hora de tirar la basura; es decir, si una bolsa está marcada como biodegradable es más probable que se deseche de forma inadecuada (UNEP, 2015).
Esto demuestra que, sin la infraestructura adecuada y las certificaciones correspondientes, el bioplástico termina siendo tan problemático como el plástico convencional. Pero si, en cambio, se invierte el el desarrollo de más materiales bio-basados y 100% biodegradables, podemos contar con una buena alternativa a los plásticos convencionales.